viernes, febrero 24, 2006

Lágrimas de Chocolate


Todas las mañanas que podía escaparse se acercaba a la chocolatería, perseguía ese dulce olor que despertaba los sentidos todavía adormilados por las horas tempranas. Se sentaba en una mesa de la esquina apartada, la pegada a un gran ventanal desde ese rincón desde el que en unas ocasiones, sencillamente se absortaba contemplando los pasos de todas aquellas personas tan ajenas y lejanas, en otras disfrutaba de piezas musicales que celosamente guardaba especialmente para ese rincón, o abría el abrigo y sacaba uno de sus libros recuperados de aquella antigua y mimada estantería de casa.

Cualquiera de estos placeres se completaba siempre disfrutando el sabor tibio que inundaba su paladar, nueva Ambrosía a disposición terrenal. Ése era el verdadero motivo de sus visitas, ese chocolate. Hasta tal punto le cautivó que ya no pudo disfrutar de ninguno de los anteriores sin éste deleite que daba un significado de verdadero placer a los demás sentidos.

Tras un nuevo tazón, parecía que volvía a recuperar la empatía, ahora le parecía absurdo el haber empujado a un lado a aquella amiga que retuvo con falsas promesas de cambio cuando ella no pudo esperar más, pero que mantuvo siempre su paso. Absurdo le pareció no volver a hablar a aquella otra porque una vez no pudo estar a su disposición, cuando había sido él el que en innumerables ocasiones no había estado, presentando las excusas más dispares. Tras cada sorbo todo parecía un cúmulo de sinsentidos por constantes orgullos encontrados. Un extraordinario sabor dulce con cierto poso amargo.

Una mañana, se acercó al chocolatero, para preguntarle si podía confiarle el secreto que estaba convencido que ese chocolate guardaba y para su sorpresa, el chocolatero le respondió sin ningún recelo: lo que se estaba bebiendo eran lágrimas de su hija amada.

Le contó que ella era el ser más puro y dulce que jamás habría conocido de haber podido hacerlo. Era tal su inocencia que la primera vez que conoció la mezquindad humana, lloró. El sencillo hecho de ver el dolor, la indiferencia, la soledad, la hipocresía del ser humano, que se suponía creado por encima del irraciocinio de los animales, le arrancó un inconsolable llanto, que sólo consiguió parar al cabo de muchos años, con el descubrimiento del primer amor.

Ella era tan dulce que sus lágrimas se transformaron en chocolate y fue tanto el tiempo que lloró que su padre, en el momento que se le empezaron a acumular en la casa baldes repletos, cuencos rebosantes, cuando fue tan ingente la cantidad de éste, no pudo por menos que regalarlo a familiares y amigos, pero pronto tuvo colas de gente a la puerta de su casa y decidió abrir la chocolatería.

Las gentes del país se acercaban a su chocolatería y políticos, gentes famosas e importantes, humildes trabajadores y estudiantes, siguiendo ese olor dulce de las lágrimas de chocolate y cuando salían eran más amables. Producía ese extraño efecto. Parecía que absorbía los problemas de cada persona, los dejaba reposar y los devolvía dosificados en pequeños sorbos donde se mezclaban con los problemas del resto, por lo que los propios parecían más pequeños y a la vez, era más fácil entender al resto.

Hacía tiempo que su hija se había enamorado, había crecido y marchado con su marido y al chocolatero ya casi no le quedaban existencias de aquel exquisito chocolate, e incluso llegó a pensar en cerrar la chocolatería.

Después de escuchar muy atentamente ésta historia, que le contó el chocolatero, él apuró el último sorbo de su taza, con miedo a que fuese la última vez que pudiese probar aquel maravilloso néctar sin saber que el sentimiento de aquella niña había impregnado cada taza, cada cuchara, cada elemento de la chocolatería tras tantos años de uso y él que tantas veces había frecuentado aquel lugar, tantas tazas había saboreado, tanto había sentido cada sorbo fue el siguiente en impregnarse del mismo.

Y empezó a llorar, como nunca antes lo había hecho y sus lágrimas se habían transformado en chocolate y se quedó a cargo de la chocolatería.

O esa es la historia que me contó una vez que le pregunté sobre ese delicioso secreto, con la confianza que me otorgaba el verme cada mañana cuando voy a tomar una taza de sus Lágrimas de Chocolate en mi rincón reservado.

(Mareablanca)

7 comentarios:

Gatopardo dijo...

Hasta se me antojó :P

Mmmm de hecho podría pensar en más de un par de gobernantes a los que se les debería enviar una caja.

Sería muy bueno.

Te mando unos ronroneos cariñosos con chocolate en los bigotes

Anónimo dijo...

Plas, plas, plas!!!

No digo bravo!!! porque tengo la boca llena de chocolate :).
Ahora en serio, ¿te queda alguna taza? me vendría de perlas ;).
Avisame el día que abras tú la chocolatería si necesitas un ayudante.
Besos

Unknown dijo...

*Queridos GatoPardo y Gabi,

Cada día que voy, guardo una cucharadita especial para las "vacas flacas", son pequeñas dosis de lágrimas de chocolate que congelo por si tuviese necesidad. Tengo de sobra, así que se las enviaré con la próxima marejada y cada uno que haga lo que le parezca más oportuno con sus reservas.. ;)

Están invitados a la próxima inauguración, será la tercera etapa de apertura.. sin necesidad de que haya cerrado nunca. Estaré encantada de contar con su ayuda ;) :)

Oleadas de besos chocolateados.

Alfredito dijo...

A ver si lloramos juntos algún día. Me encantará lamer las tuyas.

Besitos.

(¿A que Arteko es genial?)

Unknown dijo...

*Querido Alf,

Aún a riesgo de sonar pomposo y/o petulante, me permito citar a Oscar Wilde con cierta frase que le "achacan":

"Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima".

Como creo que vos gozáis de la citada naturaleza, nos podremos permitir celebrar los éxitos vuestros, de la chocolatería y de Arteko, sin derramar lágrima alguna. ;)

Oleadas de besos de delicada naturaleza chocolateada.

Anónimo dijo...

Hermoso cuento.
Creo que alguna vez he llorado lágrimas de chocolate, creo que lo hemos hecho todos.
Me encantó.
Saludos.

Unknown dijo...

*MDM, gracias por sus palabras.
Está usted invitada a la comentada inauguración. ;)

Oleadas de besos.