sábado, junio 28, 2008

Caprichosa Cenicienta


La historia que nadie cuenta, porque debe ser que no interesa saber, es que verdaderamente la pequeña niña Cenicienta bien podía haber sido la bruja de tan afamado cuento. Era una niña egoísta, mimada y terriblemente caprichosa. Mimada al extremo por su padre y que tenía, a pesar de las atenciones que recibían de todos los siervos empleados a su servicio, a su madre también esclavizada.

Su madre murió exhausta al regreso de un nuevo recado de la pequeña tirana que había hecho de la gran casa su imperio y de su madre su esclava. Preludio de estos nuevos tratamientos que reciben los padres de sus hijos en estos tiempos, pero claro, en aquellos, no era lo normal ser hijo único y quienes lo eran se convertían en dictadores de su casa.

Sabiéndose el padre poco preparado para llevar no una vida de viudo, sino de padre soltero, decidió buscar nueva mujer y encontró con una viuda de él enamorada, con dos hijas en disposición de atender y entretener en la nueva casa. Así decidió casarse con tan dispuesta mujer y de paso no sólo la hizo su esposa, sino que hizo de ella niñera y de sus hijas, juguetes nuevos para la niña tirana.

Así estuvieron sometidas las tres a los caprichos la insoportable niña, corriendo de acá para allá por cada orden que ella daba. Limpiando, recogiendo, jugando y saltando cuando ella lo ordenaba. El padre ajeno a ello tan sólo viajaba y reía con las gracias de su niña amada incluso cuando ella, en un momento maldad ilimitada, empújolas a las tres dentro de un baúl y pasaron allí casi una semana.

Tuvo Fortuna por finalizado el imperio de terror de la pequeña déspota siendo esta vez el padre quien falleció, dejando sola a la niña, la madre y las hermanas.

Evidentemente la posición cambió y la niña déspota pasó a formar parte del servicio de la casa, pero no por venganza como podría parecer, sino como forma desesperada de hacerla entender lo que era trabajar y que no podía hacer lo que le diese la gana.

Pasaron los años y la niña crecía, pero no dejaba de echarles en cara que aquella era su casa y su fortuna, sin atisbo de humildad o arrepentimiento iba y venía realizando mal adrede las tareas a ella encomendadas.

El súmmum llegó una vez cumplidos los 16 años y a una fiesta fueron invitadas. Puesto que ella se empecinó en ir de princesa disfrazada, y para ello boicoteó los vestidos de sus hermanas. La madrastra ciertamente enfurecida y cansada, en casa la encerró y sin ir a la fiesta se quedó castigada, pero la maldita escapó y cogió el vestido de novia de su madrastra y así se presentó a la fiesta deseada, con tan mala suerte que el príncipe en ella se fijó, pues ciertamente era tan bella como malvada.

Y a él lloriqueó desconsolada y convenció de su particular melodrama, que engañosamente él confirmó cuando al llegar a su casa para rescatarla, nuevamente castigada la encontró por haber robado el vestido de tan importante ocasión para la madrastra.

Y una vez de allí el príncipe la sacó, la historia que se contó, no fue real, sino aquella por la Cenicienta inventada, puesto que de la nueva reina se trataba. Pero es de justicia saber, que, como ahora sabéis, la madrastra no era la mala
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sábado, junio 21, 2008

Agua turbia



Otro vaso y nuevamente reviso el final de la barra. Reviso la puerta, con la fuerza de quien aún habiendo sido diagnosticado inmóvil, trata aún así, mover algún miembro. Nadie llega. Nada nuevo.

Creo que ya toca el tiempo del cambio, ya cumplí mi misión, debe llegar ahora mi sustituto. No quiero seguir aquí, desgraciadamente para mí no hay ningún movimiento. Bebo agua turbia. Respiro aire de desaliento.

Todavía recuerdo cuando llegué y esta misma mirada ansiosa por salvarse se volvió hacia mí con una radiante felicidad, que entendí como bienvenida. No podría haber imaginado que fue por haber encontrado una víctima. No imaginé que fue ante la esperanzadora idea de ser libre. No lo entendí. Me había mirado a mí y yo sucumbí. Aprendí los movimientos, a seguir el paso y por supuesto, creí superar con creces a mi maestro. Su estrategia funcionó y le pedí tomar asiento.

Me quedé con su vaso maldito, lleno de rencor, dolor y sufrimiento. Durante todo este tiempo lo estuve bebiendo pensando que así se acabaría la estancia en este particular infierno. Pero he descubierto con el tiempo, que la única forma de acabar con esto, no es bebiéndolo, sino cediéndolo y que el que lo recoja lo haga de forma voluntaria, como hice yo en aquel momento.

Por fin la puerta se abre y lo veo. Tengo al perfecto candidato, perdido, cansado, sediento… pienso que no es justo, como no lo fue que me entregasen a mí este cetro en este lugar de desencuentro.

Cuando echo la vista atrás, en un último movimiento reflejo, observo que nadie se percata del engaño, yo no soy quien mantiene ese maldito vaso tratando de averiguar en cada trago el motivo de estar allí perdiendo el tiempo.

Nadie se da cuenta de que mi sustituto está ahí, ocupando mi lugar, porque ahora es él quien pretende verdaderamente ser yo y yo le dejo. Sé perfectamente que en un breve período de tiempo, deseará ser yo, no el que estuvo sino este que ahora abandona aliviado este puesto.

Ahora sé que se cree fuerte en su nueva posición, seguro, con el poder de quien se siente eterno, no sabe hasta qué punto es cierto. Cretino prepotente. Otro pobre necio. Bueno, así será más fácil, ahora no lo siento.

Me dirijo a la puerta, la abro y por fin, respiro aire sereno.