viernes, febrero 10, 2006

Aconteceres

Otro Viernes.

Cosas tan tontas como un trayecto de camino al trabajo cualquier día por la mañana, son las que a prácticamente a todo el mundo le antoja tediosa su vida. En mi caso, son precisamente esas pequeñas cosas (las tan hartamente mencionadas e incondicionalmente infravaloradas “pequeñas cosas de la vida”) las que hacen todos los días distintos y consiguen que me apetezca esperar e incluso provocar el día siguiente.

En el caso de la espera, por si alguien viene a preguntarlo, no hay más que no dormir por la noche hasta el amanecer del día siguiente, el insomnio es una forma, el estar de copas es otra no menos honrosa (obsérvese el caso del pasado Jueves). En el caso de la provocación, no hay más que asegurarse el estar en casa durmiendo en la cama a horas... razonables. Soy plenamente consciente de que estas horas pueden sufrir serias variaciones según la persona y la concepción que se tenga del término.

El “efecto mariposa” no se hace esperar.: hoy he tenido un despertar digno de un anuncio de tostadas con pan tumaca (no pienso decir Kellog´s) con zumo de naranjas valencianas (no pienso decir las de California). Así que he estado antes en la parada de autobús de casa (¿cuántas veces les habré hablado de esta parada ya?) y por este mismo motivo, he cogido el autobús anterior al que suelo, cosa que agradezco porque todavía estará el conductor esperando a que le pague “aquel viaje” como si de mi camello se tratase.

No me pregunte por qué sé ésto, supongo que algún conductor me habrá pillado en esos incautos años en los que uno se traga cualquier charla gratuita, pero sé que se que el sistema hidráulico de apertura y cierre de puertas del que están provistos los autobuses, se ha declarado en huelga, así que hemos permanecido unas 30 personas (soy fatal calculando multitudes cuando pasan de dos), unos cuantos... minutos... encerradas en el mismo autobús, respirando el mismo aire.. ni que decir tiene que padezco cierta claustrofobia. Para colmo de males me ha venido a la cabeza un cuento de Cortázar en el que una fila de coches en pleno atasco deja de moverse y se quedan allí viviendo, en el mismo sitio que se han parado, durante meses.

La salvación ha sido, no sólo que el dichoso sistema haya vuelto a funcionar, como evidentemente ha hecho y por eso les estoy escribiendo (claro que también podría ser que llevase un portátil encima y todavía estuviese en el bus encerrada... aaagg... ), sino el tener la increíble banda sonora de “American Splendor” conmigo y escuchar el temazo “My Favorite Things” de John Coltrane incluida en ella, casi hasta me ha molestado tener que salir corriendo una vez abiertas las puertas, al autobús que nos esperaba detrás. Sí, el autobús de todos los días.

Está claro que esto no pasa si uno va en bici.
(Mareablanca)

3 comentarios:

Mandy dijo...

Vaya...no funciono,la proxima vez tengo que planearlo mejor...meses no:años!

jijijijiiii

Muua!
Como siempre excelente aventura,mejor descripcion aun si cabe.

Anónimo dijo...

Sólo tengo dos fobias.
Las gallinas y los autobuses urbanos. No creo que hubiese soportado cinco minutos sin ponerme a suplicar ¡¡¡Quiero salir!!!

Besucos.

Unknown dijo...

*jajaja...Miss Mandy Cat.. así que yo todo el día dándole vueltas al asunto del destino, batir de alas, teorías del caos y era mucho más sencillo que eso: ¿es usted la que me boicotea?? .. pues vaya.. :):):)

*Gabi, llevo días intentando hacerle una visita a su bitácora, pero parece que tengo restringido el acceso... eso sí que me produce una inexplicable fobia... :(

*Tsunami de besos a ambos.