jueves, octubre 20, 2005

Un rincón para compartir



Es increíble poder sentarse a la orilla de un río y mirar a un lado y a otro, dejándote invadir por los reflejos del sol mientras juega en el agua; atender al murmullo de la continua corriente, esa que no cesa y que ha sido siempre y nunca la misma.

Indescriptible es el contacto con un entorno en el que parece no haber pasado ningún ser humano en centenares de años. Es entrar en lo que pudo quedar tras haber contado un cuento, un cuento abandonado en el que todavía se pueden leer sus páginas y aquéllas que ahora parecen ilegibles son reinventadas.

Son las ruinas de un monasterio sabiamente invadido en sus naves por las enredaderas, es la absorción de la naturaleza de lo que allí se ha vivido. Es el olvido.

Son las atentas miradas de los seres que comparten espacios sabiendo respetar lo suyo y lo ajeno. Son esas miradas que nos dicen que están allí desde hace tanto tiempo que se ha perdido en nuestra memoria, pero siempre presentes para quien quiera escuchar su historia.

Es la luna llena a la izquierda que se asoma para intentar llegar a tiempo a la despedida del sol a la derecha del camino. Es esa luna que te acompaña mientras dejas todo lo importante, lo real atrás, para que te impregnes de su energía de vuelta a Mordor.