viernes, marzo 31, 2006

Los 4 Acuerdos Toltecas


I.~ No supongas.

No des nada por supuesto. Si tienes alguna duda, aclárala. Si sospechas, pregunta.

Suponer te hace inventar historias increíbles que sólo envenenan tu alma y que no tienen fundamento.


II.~ Honra tus palabras.

Lo que sale de tu boca, es lo que tú eres.

Si no honras tus palabras, no te estás honrando a tí mismo; si no te honras a tí mismo, no te amas.

Honrar tus palabras es honrarte a tí mismo, es ser coherente con lo que piensas y con lo que haces.

Eres auténtico y te hace respetable ante los demás y ante ti mismo.


III.~ Haz siempre todo lo mejor que puedas.


Si siempre haces lo mejor que puedes, nunca podrás recriminarte de nada.


IV.~ No te tomes nada como algo personal.

Ni la peor ofensa. Ni el peor desaire. Ni la más grave herida debes tomar como algo personal.

Quien te ofende tiene un veneno que descargar contra ti, por no saber como deshacerse de él. En la medida que alguien te quiere lastimar, en esa medida ese alguien se lastima a sí mismo.

Pero el problema es de él y no tuyo.

martes, marzo 28, 2006

Acreedores del tiempo

~La persistencia de la memoria ~
Serie "Relojes Blandos"
Dalí


Y escucho en mi cabeza continuos chasquidos,
reprobaciones y suspiros.

No por lo que creen,
Porque hace tiempo que yo no creo.

O por lo que debiera.
Porque hace tiempo que yo no debo.

Sino por lo que está siendo.
Porque me persiguen los acreedores de mi tiempo.
(Mareablanca)

viernes, marzo 24, 2006

Lobo


Sé que me advirtieron,
pero no tenía por qué desconfiar
él no era un perro callejero
ni yo temía su aullar

me estuvo persiguiendo y pensé
que conmigo
tal vez se quisiese quedar

no nos involucramos
sólo compartimos la soledad

no nos preguntamos

nos conocíamos sin hablar

maldito lobo
se supone que sino es en manada
no intenta atacar

a no ser que el hambre
al valle le obligue a bajar.
(Mareablanca)

lunes, marzo 20, 2006

Umiko, hija del mar.


Hace mucho, mucho tiempo, vivía en el fondo del mar del Japón una sirena llamada Amara, la esposa del genio del mar. Amara solía subir a la superficie de las aguas y allí tenderse en alguna roca desde la que pudiera contemplar la ciudad, a lo lejos. Le gustaba especialmente hacer esto de noche, cuando las luces de la ciudad casi eclipsaban a las estrellas del cielo. Envidiaba a los habitantes de la ciudad que tenían siempre esa luz que no se encontraba en el fondo del mar, y que además podían sentir en sus rostros el viento, el sol, la nieve... cosas que a ella le estaban vetadas. Así, decidió que si ella tenía una hija, no le privaría de esas sensaciones que ella se había perdido.

Poco tiempo después, este pensamiento se hizo realidad, y la sirena Amara fue madre de una pequeña y hermosa criatura. Y con gran dolor de su corazón, pero sintiéndose a la vez satisfecha por brindarle esa oportunidad a su hija, la trasladó a una montaña que había cerca de la ciudad, en la que se alzaba un templo. Y allí la dejó, en las escalinatas del templo, besándola con uno de esos besos que sólo dan las sirenas y los seres mágicos, que crean un aura de protección
.

Abajo, en el pueblo, vivía un matrimonio que dedicaba su vida a la elaboración de velas que luego los peregrinos llevarían al templo. Como fuera que su pequeño negocio iba muy bien, decidieron ir ellos mismos al templo ese día a agradecerle a su dios los bienes que les había dado. Así, cogieron dos velas y se dirigieron hacia el templo, donde hicieron su ofrenda.


A la vuelta, mientras bajaban, creyeron oír un llanto débil. Buscando el origen del sonido, no tardaron en encontrar a la pequeña recién nacida, y movidos por la compasión y la responsabilidad, la recogieron. Cuando le quitaron las mantillas que la envolvían, descubrieron asombrados que no era como las otras niñas: la mitad inferior de su cuerpo era como la cola de un pez, recubierto de escamas brillantes; era una sirena. Así pues, la llamaron Umiko, que quiere decir "la hija del mar".


Pasó el tiempo, al niña creció y llegó a hacerse una mujer de extraordinaria belleza. Su piel era suave como el melocotón, tersa, y sus ojos despedían un fulgor único que recordaba al de las esmeraldas. Su cabello largo parecía ser amigo del viento, pues ambos jugueteaban constantemente, y en fin, Umiko despertaba pasiones entre todo el que la observaba. Ella, humilde, se sentía incómoda por el efecto que causaba en los otros, con lo que les pidió a sus padres adoptivos ser quien fabricara las velas que ellos venderían, porque así no tendría más contacto con los demás que el estrictamente necesario. Y así pasó ella a encargarse de esta tarea, añadiendo además a las velas que hacía hermosos dibujos de pájaros y flores y sobre todo, paisajes marinos que de algún modo le venían a la mente. El número de compradores aumentaba sin cesar y además se extendió el rumor de que esas velas eran eficaces talismanes si uno quería emprender un viaje en barco.


Un día apareció en la tienda un mercader que pidió ver a la creadora de las velas que compraba. Al ver a Umiko, pensó que sería un gran negocio exponerla al público y quiso comprársela al matrimonio. Al principio ellos se indignaron, pero tal fue la insistencia del mercader que al final se la vendieron por una fuerte suma de dinero. Cuando Umiko se enteró les suplicó que cambiasen de idea, pero de nada sirvieron sus lamentos; el trato estaba cerrado.


Por la noche le pareció oír una voz que la llamaba, como si el mar repitiera su nombre, pero nada vio. Pasó la noche pintando su última vela. A la mañana siguiente había un carro preparado con barrotes para llevársela hasta el puerto, donde tomarían un barco que les llevaría al continente. Partieron, y en la casa quedó el matrimonio intranquilo, presintiendo que habían actuado mal y que ahora un peligro se cernía sobre ellos.

Llamaron a la puerta, abrieron y apareció una mujer vestida de blanco que quería comprar una vela. Dándole a elegir, ella escogió precisamente esa última vela que Umiko había pintado la noche anterior. Echándoles una última mirada, no sabría decir si rabiosa o despreciativa, pagó y se fue al templo, en cuya escalinata dejó la vela encendida.


La vela brilló con una luz inusualmente fuerte, inusualmente viva. Enseguida, una horrible tempestad empezó a azotar la costa. El barco en el que viajaban Umiko y el mercader intentó en vano volver al puerto, pero una enorme ola lo precipitó al fondo del mar. Mientras el barco se hundía, la última imagen que vio el mercader, que creyó estar delirando por la cercanía de la muerte, fue la de una mujer de blanco, con cola de pez, que se llevaba a Umiko de la mano. Era Amara rescatando a su hija. Tras la tempestad, el pueblo quedó borrado del mapa, resistiendo sólo el templo y su escalinata. Y no hace mucho aún se vendían en algunos pueblos japoneses unas velas pintadas que recordaban mucho a las que pintara Umiko, la hija del mar, y que los marineros seguían encendiendo antes de emprender cada travesía...

(Leyenda japonesa)

viernes, marzo 17, 2006

~ My baby just cares for me ~


My baby don’t care for shows
My baby don’t care for clothes
My baby just cares for me
My baby don’t care for cars and races
My baby don’t care for high-tone places
Liz taylor is not his style
And even lana turner’s smile
Is somethin’ he can’t see
My baby don’t care who knows
My baby just cares for me
Baby, my baby don’t care for shows
And he don’t even care for clothes
He cares for me
My baby don’t care
For cars and races
My baby don’t care for
He don’t care for high-tone places
Liz taylor is not his style
And even liberace’s smile
Is something he can’t see
Is something he can’t see
I wonder what’s wrong with baby
My baby just cares for
My baby just cares for
My baby just cares for me
My baby don’t care for shows
My baby don’t care for clothes
My baby just cares for me
My baby don’t care for cars and races
My baby don’t care for high-tone places
Liz taylor is not his style
And even lana turner’s smile
Is somethin’ he can’t see
My baby don’t care who knows it
My baby just cares for me
My baby don’t care for shows
And he don’t even care for clothes
My baby just cares for me
My baby don’t care for cars and races
My baby don’t care for
He don’t care for high-tone places
I wonder what’s wrong with baby
My baby just cares for
Just says his prayers for
My baby just cares for me

Disculpen todos mi osadía al dedicarles esta canción a ustedes, que se dejan llevar por mis mareas y permiten mis incursiones en las proyecciones de sus pensamientos, a ustedes que me cuidan y entienden, a ustedes que han anegado mi espíritu de un sentimiento cálido, que si bien pudiese considerarse imposible, ha resultado un hecho: a través de sus palabras siento sus cálidos abrazos.

Permítanme que para este viaje, les indique que el canto de sirena que hemos de seguir es el de Nina Simone, a través de su voz tendremos certeza del mapa de las corrientes que hemos de seguir para encontrarnos.


Escuchen las cálidas voces que les traen las olas.

miércoles, marzo 15, 2006

Placeres inéditos


Tal vez no muy inéditos, pero sí, pequeños y baratos placeres escritos sin ningún orden:

* Entrever el sentimiento de empatía en un interlocutor.

* Ver limpieza y sinceridad en una mirada...

* Escuchar una charla inteligente (esto raya el milagro, la sorpresa y el placer, todo en uno).

* Descubrir que hay alguien que sepa escuchar (Idem al inciso del anterior).

* Despertarte un día sin ningunas ganas de salir de la cama y ser consciente de no tener necesidad de hacerlo (admitamos que si se está bien acompañado y además se escucha buena música y pongamos además que fuera hace mucho frío y se está bajo un estupendo edredón..).

* Comprar por dos duros (euros ) un CD al azar y que sea una de las mejores compras de tu vida.

* El primer trago de una cerveza cuando estás sediento.

* Los abrazos. Los abrazos. Los abrazos ( hay tan poca gente que sepa abrazar "de verdad").

* El momento exacto en que todos los poros de tu cuerpo entran en contacto con el agua al sumergirte en el mar...



(Mi respuesta a un tema sugerido por Sr. Pititón, como el anterior post)

martes, marzo 14, 2006

No me gustan..


  • La prepotencia, la altanería y la desconsideración.
  • Quien por considerar su existencia tan primordial (no en su vida que es lo lógico, si no, no habría tal existencia), en la vida de los demás que deje de ver al resto y éstos a su vista se vuelvan transparentes.
  • La gente que no sabe apreciar los silencios.
  • L@s hipócritas.
  • Esperar.
  • Las almendras, garrapiñadas menos.
  • La manzana o la piña en la ensalada o peor aún, en la pizza.
  • La oreja, ni comerla ni que me la coman.
  • Las mentiras, como una vez leí, entre otras cosas para ser buen mentiroso hay que tener buena memoria y yo, sinceramente, prefiero usar ésta última en cosas más útiles.
  • La Seguridad Social, que por nombre ya es pura contradicción.
  • Que por alguna incongruencia del destino existan necios con talento...

miércoles, marzo 08, 2006

La Nada


La Nada no es negra, sino blanca.

Estaba rodeada por ella, si hubiese abierto los ojos en un balde de leche habría tenido esa misma sensación, una inmensidad blanca. La diferencia es que a la Nada, no se la puede tocar porque es incorpórea.

Y con su incorporeidad me había estado persiguiendo y buscando, me estuvo acechando.

No supe que me había alcanzado hasta que me dí cuenta que movía mis brazos haciendo esperpéticos movimientos por agarrarme y sujetarme a algo. No había suelo y no caía, no flotaba ni estaba suspendida o sumergida. Sencillamente estaba en ella. Nada a mi alrededor, nadie me acompañaba.

El vacío no suena y mi voz no se escuchaba. Sólo pensamientos atraviesan mi cabeza y sin poder tocarme sin nada tangible, rodeada de Nada, empezé a sospechar que en realidad nunca había existido y la Nada sin saberlo me había creado. Era "algo" en la Nada, ni siquiera La Nada es perfecta y Soledad, no es la mejor compañía, así yo debía de haber nacido de algún oscuro pensamiento de esta Nada blanca. Entonces no me había atrapado: me había creado.


(Mareablanca)

lunes, marzo 06, 2006

Hilanderas


“Con los hilos extendidos decimos mentiras, tejemos nuestra propia y reluciente verdad. Con las sobras del dolor hacemos medicinas que nos curan de nuestra imaginaria enfermedad

Contándonos, contándonos, bellas mentiras... fueron mis mejores días..."

Hilanderas de bellas mentiras hiladas con huso y rueca.

Desconozco la genealogía de estas palabras. No recuerdo haberlas pensado, ni tan siquiera haberlas leído o encontrado, sencillamente cuando me senté ante una página en blanco, de forma automática surgió un “documento recuperado” que no recordaba haber perdido y la búsqueda de su procedencia ha sido absolutamente infructuosa. Así que decidí publicarlo y si su creador@ gusta de hacerse cargo del mismo, será bien venid@. Seguiré buscando sus orígenes, mientras tanto, será mimado en este “hogar de acogida” que sigo hilando.