miércoles, agosto 29, 2007

¿Depresión post vacacional?


"La llamada depresión post-vacacional es un concepto amplio que describe una incapacidad de adaptación al trabajo tras la finalización de las vacaciones, que conlleva una serie de síntomas en forma de desequilibrios físico-psíquicos, que suelen remitir a los pocos días de la vuelta a la normalidad”.

Muchos psicólogos alegan que existe la depresión vacacional, otros tantos no apoyan la existencia de la misma, las justifican con la degradación de su mención relegándola a la categoría de síndrome.

Algunos de los síntomas que caracterizan este síndrome aparecen después de disfrutar de un período de desconexión, de descanso, admitamos que esto planteado después de unas brevísimas vacaciones condicionadas por la nueva subida del Euribor suena trágicamente cómico.

Los síntomas pueden situarse próximos a la depresión, irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, nauseas, extrasístoles (palpitaciones), taquicardias, sensación de ahogo y problemas de estómago, entre otros.. Lo que viene a ser, el hacerse nuevamente a la rutina y percatarse de por qué hemos podido disfrutar durante ese breve tiempo de la vida de forma prácticamente concentrada: porque carecemos de ella el resto del año. Claro que todo esto será para el que no se haya dado cuenta antes y necesite la vuelta de unas vacaciones para pensar en ello.

¿Depresión post vacacional? Ja!. No tengo tiempo. No necesito de un período de descanso para tratar de poner orden en mi vida, en realidad lo hago a todas horas, es un defecto intrínsecamente relacionado a mi persona con la misma intensidad en que lo está el mismo caos.

Tengo síntomas sospechosos. No sé de qué, pero sospechosos. Bien podrían estar considerados dentro de los correspondientes a la descripción reservada para la “depresión del lunes” ( ¿es ya miércoles?), la de “después de un puente” (¿cuándo es el próximo?) o la “después de unas ínfimas vacaciones” (incluso nimias), la correspondiente a “período de exámenes” (una lágrima cayó sobre mi teclado al escribir esta línea) y/o en su defecto “la condicionada por el entorno laboral” (mejor a esta parte la dejo estar) ó … o todas juntas!.

Supongo que en muchos casos se trata de “algo” de todo esto, he de insistir que en mi caso podría ser un compendio de ese gran todo. . pero resulta que no lo es.

Mis pequeñas alteraciones se producen por conocimiento de ese constante caos reinante, por explicarlo más apropiadamente diría que porque a pesar de esta cognición, existe en mí una parte que no consiente en dejarlo estar a su libre albedrío ofuscándose tontamente en tratar de canalizarlo hasta un orden esencialmente imposible.

Resumiendo, me encuentro estupendamente alterada, como siempre. Pero en esta ocasión hay que sumarle el que tengo la envidiable suerte de saber el momento exacto del fin de toda inefable actividad conocida para embarcarme en un indefectiblemente caótico nuevo mundo (me río yo de Colón). Y eso que los síntomas no han hecho más que empezar...

domingo, agosto 12, 2007

Celebración de la fantasía

"Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:

-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo

-¿Y anda bien? -le pregunté

-Atrasa un poco -reconoció".

E. Galeano


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Esta marea se toma un tiempo de descanso, medido con el reloj del cuento.

~ Oleadas de intemporales besos ~

jueves, agosto 09, 2007

El salto del trapecista

En el viaje a la cima encontré a unos monjes que se me antojaron budistas, no sé por qué aceptaron nuestra presencia e incluso consintieron en acompañarnos.


En un punto concreto del viaje habíamos de cruzar una grieta en la montaña, una enorme grieta que prácticamente dividía a la montaña en dos. Una grieta imposible de fondo infinito.

Allí nos encontrábamos todos. Habíamos de atravesarla con la única ayuda de un puente construido únicamente con cuatro cuerdas y algún que otro travesaño olvidado por las inclemencias del tiempo. Tratar de sujetarse en cada cuerda en las que debíamos apoyar pies y manos, parecía una labor de funambulista.

Pasamos como pudimos con el miedo adherido al cuerpo. Los monjes parecieron transformarse en artistas circenses que sin dificultad alguna cruzaban el abismo en aquello que pudiera confundirse con un exhibicionismo por la soltura en la precisión de sus movimientos cuando en realidad no era más que una técnica elaborada y ensayada hasta la saciedad cuya clave era el estar ayudándose unos a tros con cada elegante movimiento, cada paso, cada mano tendida que estrechaba a otra antes de que se precipitase en una terrible caída al espacio.

No sé cómo pude cruzar, tal vez me vi animada por ellos.
Pero una vez hubimos cruzado, nos encontramos en un poblado que habitaba en ese lado, con casas incrustadas en la piedra y balcones de madera, sin barandillas a las que sujetarse al borde del abismo. Resultaron ser gentes que nunca se atrevieron a cruzar.

En algún momento tras haber atravesado ya todos el puente, éste se rompió para estupor de todos aquellos habitantes que miraban el espectáculo desde sus balcones. Ahora nunca podrían atravesarlo aunque quisieran, ni tan siquiera imaginaron que el puente no siempre había estado allí, si no que había sido construido. Así, ya roto, les resultaba mucho más fácil acusarnos de su fracaso.

Esta vez fui, como por una llamada, como un acto reflejo, así una cuerda de las que colgaba lo que quedaba de puente y me lancé al centro del abismo. En un primer instante el estómago se me encogió y fue consciente de mi propio movimiento. Como si de un trapecio se tratase, como un baile perfectamente acompasado me pude balancear de una orilla a la otra acabando con un gracil movimiento entre una multitud sorprendida y admirada.

Al mirar a mi aldedor, no dando crédito a mi proeza, oí una escéptica voz que alegaba suspicaz a la fortuna de mis actos.

Con la elegancia de quien se sabe en tierra y sabe que en cualquier momento que lo desee puede volar, le ofrecí el extremo de aquella cuerda espetando un cordial "adelante".

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~ Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo;
simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima ~

(Oscar Wilde)


martes, agosto 07, 2007

La hora de la serpiente



Dicen que la hora de la serpiente es la comprendida entre las 7 y las 9 de la mañana y debe ser cierto porque esa es exactamente la hora en la que más me gusta disfrutar del sol.

Un precioso tiempo, un delicado momento en el que da igual en que entorno, da igual si es a la orilla del mar, en el campo, o sencillamente esperando que se ponga en verde un semáforo, es la hora en que el sol acaricia y no quema. Es la hora de la serpiente. Es mi hora.

En ese preciso instante cada una de mis células cesa en su antediluviana tarea para bañarse en esos dorados rayos. Sólo somos el entorno y yo. No existe nadie más no hay ninguna otra verdad excepto la irrealidad de la existencia misma. Somos el todo y yo, o el yo en un todo.

miércoles, agosto 01, 2007

El mundo en dos


Siempre lo había sabido. No iba a funcionar. Aún así tuve que darme esa oportunidad, tratar de superar la prueba. No funcionó.

Tampoco tenía sentido alguno el seguir esperando. ¿A qué? ¿a quién?. Era el momento, no había más. Así que me marché para seguir mi historia que había permanecido estancada por una absurda espera. Creyendo que algún día seguiría él también con su evolución y por fin podríamos marchar juntos. Pero los finales felices se dan en los cuentos y este no lo era.

Así que tuve que dejarlo atrás.

Supe después que había vendido todas sus pertenencias y se había marchado. Ciertamente era lo mejor que podía haber hecho después de convertir su vida en una espiral de perdición.

Y allí fue donde lo encontré, hacía tiempo que me esperaba. Entonces entendí que en realidad teníamos en común el destino, pero no el camino.
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"Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar, indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas".
(Pablo Neruda)