
Increíble esta ya de por sí inconcebible y equivocadamente denominada “cultura televisiva”. Sé lo que piensan, que cómo es posible que todavía tenga esperanzas en que un día me sorprenda encontrando como por casualidad, algún documental, programa, serie, anuncio... en esos televisores que tal vez sirvan para algo más que ponerle un cactus encima que absorba las radiaciones (leyenda urbana donde las haya: asesina un cactus y estarás salvado de radiaciones malévolas... de las del móvil ni se habla), aunque como ahora son planas, tan planísimas que ni en un anuncio de salva slip, no se les puede “plantar” ni el cactus.
A lo que iba, sé que no merece la pena ni mencionarlo, pero lo voy a hacer en cualquier caso, aún a sabiendas de ser un tema más que trillado en innumerables ocasiones.
Ete aquí, la aparición de los “reality shows”, cuya traducción también raya el absurdo, que viene probablemente motivada porque un par de tipejos, probablemente hartos de sustancias psicotrópicas (me viene a la cabeza el Gran Lebowski, no pregunten por qué), deciden que si su vida estuviese en la tele sería un bombazo, así que ni cortos ni perezosos la plantean a un Equipo de Márketing (se llama esto a cualquier cosa) y efectivamente, eligen a unos personajillos lo más parecido a los originales (pero estos ya empandados en estado natural, ya que en público no podría consumir ninguna sustancia... si falla o fallase se les atiborra de alcohol y punto) y allí los dejan viendo como hacen el payaso ya que les ponen diversas pruebas para el muy probable caso de que no tengan nada mínimamente interesante que hacer.
Inexplicablemente, tienen éxito. Entonces piensan, "haremos lo mismo en su máxima expresión", es decir, sobre la vida en una casa, luego en el trabajo, luego respondiendo a la preguntas del millón sobre qué te llevarías a una isla desierta, cómo se llevarán los obreros mientras construyen su propia casa y cuando ya esto deja de atraer interés (alucino con que lo atrayese el algún momento), pasan al “plan B”: vamos a poner a famosos a hacer el gilipollas, porque si uno tiene poco con ver a desconocidos, lamentables aspirantes a la fama, pues peor aún es ver a famosos en el fango, porque inevitablemente vienen a la cabeza sus momentos estelares y además esto les catapulta de forma directa a esas terroríficas “tertulias” casi para el resto de su vida, en la que la afonía es el premio y el saber no tener nada que hacer en la vida es el medio.
¡Por favor!, ¡si les han puesto hasta patines!. De verdad, es el truco más viejo del mundo llevado a cabo por los circos, que antes tenían la genial idea de ponérselos a los osos (no sé qué pensará Green Peace al respecto... sobre el tema de los osos, no el de los famosos... que también).
¿Y quién lo padece? Para empezar mi bolsillo, no voy a ganar para películas. La audiencia que entre otras lo que pierde es oído y gusto. La sociedad que se apropia de la cultura de la “chillido discusión”. El cerebro que se reblandece. Los valores como el amor propio, que desaparecen... la vergüenza ajena que se engrandece.
No se conocen buenas películas, ni hablar de directores, sólo conocidos en selectos círculos en extinción. Ni libros, ni escritores, ni música, ni se sabe de actualidad (¿probamos con los nombres de algún ministro?). La Inversión en Educación y sueldos, los mismos que hace 10 años, pero nada, nada, mejor veamos cómo patinan...
Y todo esto lo pienso porque hoy no quería bajar al bar, pero ayer no hubo forma de conseguir ver una película decente en ninguna cadena.. (¡¡¡ yo también soy audiencia !!!) y ahora me veo en el trabajo sola y pienso que tal vez me ganase un sueldo extra para alcanzar el de los niveles europeos si dejase la cámara web conectada y la gente entrase en una página para ver la fauna con la que trabajo... pero creo que llego tarde, también esto lo han hecho.