Había cambiado. La cuestión que me planteaba era que otra vez había cambiado. Tenía la costumbre de adaptar su forma a cada uno de ellos, así que había perdido la suya propia. Eso sí, se había convertido en una persona muy completa. O mejor dicho, en muchas partes de muchas personas bien distintas que intentaban sujetarse unas a otras intentando averiguar quién era quien les había unido. Y eran todas la misma. Si es que alguien sabía quién era.
Ahora formaban un extraño amasijo que trataba de moverse a un compás, el problema es que el director de orquesta andaba atrapado entre todas esas manos y pies, todos esos personajes que había creado trataban de mantenerse vivos. Se unieron e hicieron una cadena de sujeción al rededor de su cuerpo y casi le imposibilitaban el movimiento, que se volvía lento y descompasado.
Todos se agarraban luchando frenéticamente por no caer una vez habían sido utilizados. Se negaban a partir y quedaban sujetos alrededor de su cuerpo como un manto de hojas secas, volviéndose cada vez más pesado.
Cuando nos vimos de nuevo no pude reconocer su rostro que permanecía oculto entre la hojarasca y mientras hablábamos a través de susurros parecidos al sonido del viento entre las ramas de las copas de los árboles, entendí que todo aquello no lo producía más que el no saber librarse de su pasado.
Al darse cuenta que no solamente era su entorno quien le mantenía ese manto puesto, sino que se había acostumbrado tanto a ese olor, a ese sonido al crujido de hojas, que no era capaz de recordar qué ocultaba debajo, fuimos caminando de vuelta a su casa mientras pensábamos en solucionar aquello.
A nuestro regreso, hicimos un esfuerzo por despegarle todas las hojas que del cuerpo se negaban a desincrustarse. Mucho tiempo nos costó apartarla y poder dejarla colgada en el las cuerdas de secar la ropa del jardín. Y la solución apareció sola.
Secamos toda la hojarasca y creamos su fragancia, de esta forma, todo lo que había aprendido formaba un líquido incoloro, del que se impregnaba cada día antes de salir de casa, recordando por siempre sus vivencias, su pasado, sin ningún peso, pero con lo mejor de su esencia.
(Mareablanca)
5 comentarios:
Aquí hay un gato que necesita algo de esa esencia. Para librarse de algunas pulgas, llámese personajes, que le están sorbiendo el poco talento que tiene.
Cuando era pequeño subía al colegio por una calle que en otoño se cubría de hojarasca. Me gustaba mucho caminar arrastrando los pies y levantando aquellas hojas que llenaban el aire de ese olor húmedo de los bosques.
Cuando voy al pueblo y visito el bosque que compré hace años me llega ese olor que ya no es un olor tan solo, sino la esencia de mi infancia convertida en aroma.
Besitos.
*Querido felino, tan pronto lo desee le indicaré las instrucciones para sacar la mejor esencia de su hojarasca.
En cualquier caso lo haré por quitarle peso de encima ya que su talento, me consta que sigue intacto.
*Mi querido Alf, hay aromas que siempre nos acompañan y nos resultan imborrables... a veces, de nuestra memoria.
*Oleadas de besos aromatizadamente esenciales y esencialmente, aromatizados.
Caminar sobre la hojarasca el com caminar sobre el pasado, pero el pasado no muere solo se transforma.
Todo lo que fuimos viaja con nosotros, no queda atras.
*Querida MDM, no hay nada como caminar sobre la hierba, las hojas y como no, la fina arena de la playa, con los pies descalzos.
Habría que saber pasearse por el pasado (o con el pasado) sin necesidad de arrastrarlo por los suelos. Cada día doy un nuevo paso a veces cambiado ;).
Oleadas de besos.
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