viernes, julio 28, 2006

La hoguera



Cuando era chiquita estuvo durante mucho tiempo deseando que llegara el amor. Oía maravillas del amor, de ese sentimiento que hacía que las personas se convirtieran en mejores. Así que cada noche más mágica del año, esa de San Juan, buscaba y aprendía nuevas fórmulas, hechizos, pócimas. Con cada vela que encendía conjuraba a los elementos para que atendiese su petición.

Fueron tantos las combinaciones que probó con el convencimiento de que algo funcionaría que hasta se inventó nuevas variaciones para cada noche.
Lo que no sabía es que los seres mágicos y estaban muy atareados con tantas peticiones que les confundían. Así que a medida que iba creciendo fue encontrándose con situaciones que confundía con amor a medida que sus propias solicitudes eran más difusas.

Sus peticiones además empezaron a tomar otra perspectiva, ella ya no quería sentir nada, quería que fuesen los demás los que sentiesen y amaran.
Pasados los años, se olvidó de todas esas tonterías y empezó, o trató de continuar con su vida, pero ciertamente, algo había perdido en el camino y besaba, amaba y creía querer ningún criterio. Ponía todas sus energías en los primero días de relación y desapareciendo por aburrimiento con la misma facilidad. No conseguía encontrar eso de lo que no paraba de leer y escuchar y como tampoco lo había tenido, no estaba segura de reconocerlo si lo encontraba.
Cierta noche de San Juan que ella ignoró gustosamente por lo infructuoso de sus conjuros, se enfadaron las hadas, puesto que le habían estado intentando atender en la medida de lo posible y ahora, después de colapsarlas, se daba media vuelta y las ignoraba.
Ha de saberse que los seres mágicos tienen un grandioso ego al que no hay que ofender y ella con su actitud altanera, lo hizo.

Como castigo vio cumplido un deseo de hace mucho tiempo, en el que quería volver a sentir por lo menos algo parecido al amor y se cumplió con tanto retraso que no recordaba tan siquiera haberlo deseado. Y lo peor del castigo es que no sabía de quién se había enamorado.
Total, que feliz como había estado en ese mundo en el que sólo existía ella, se vió de pronto golpeado y ella desbordada por un cúmulo de sentimientos incontrolados, revoltijos constantes de estómago, insomnio, inapetencia absoluta, incapacidad de movimiento y accesos terribles de abstracción.
Quedó totalmente demacrada, perdió su trabajo, casi hasta el habla, sus amigos y las ganas de hacer nada.

Así estaba la pasada noche de San Juan, irreconocible, suplicando frente a la hoguera, que la dejaran como estaba. Mientras concentraba todas sus energías en este último ruego, apareció a través del fuego, entre las llamas, el rostro amado que tendió su mano y mientras con un susurro la llamaba con paso decidido fue hasta la hoguera donde él la esperaba. Fundiéndose en una bola de fuego bajo una noche de bóveda estrellada.

3 comentarios:

Alfredito dijo...

"Fundiéndose en una bola de fuego bajo una noche de bóveda estrellada". Sí, así.
Besitos ardientes.

Anónimo dijo...

Es bien conocida la "mala leche" que gastan los seres mágicos cuando les rozan el ego, así que se buscó su ardiente final.
Qué poco bonito es el amor cuando no es bonito. :(
Besos entre las llamas.

Unknown dijo...

* Querido Alf,

Las altas temperaturas del verano son tan parecidas a las hogueras de pasión... Disfruta de las vacaciones por esas tierras de meigas y si las encuentras, cuidado con lo que les pides. ;)

* Querido Gabi,

El amor es tan bonito como el color del fuego y tan atrayente como él también e igual que puede dar calor a un hogar también puede arrasar con un monte entero. El fuego del amor no podía ser menos. Cierto es que todos ya debiéramos de saber con quién nos la jugamos cuando hacemos nuestras súplicas a los “santos milagros”. ;)

* Dicen que hay un tipo de fuego que por propia intensidad, transforma colores amarillos y rojos tornándose azul. Ese fuego es el más bello y abrasador de los que existen.

Oleadas de mágicos besos.