lunes, julio 16, 2007

Diario de un hombre gris


“No sé exactamente si es miedo a la miseria, a la inseguridad o al desprecio de los otros. Tal vez sea menos digno que todo eso, tal vez sea simplemente miedo a la incomodidad, a al falta de confort. Porque cuando pienso que mi vida es gris, tediosa y rutinaria, no se me escapa que la rutina incluye una serie de cosas insignificantes, pero agradables. Si yo fuera un hombre genial, o poderoso o simplemente enamorado, tales cosas no tendrían importancia, porque lo importante sería mi obra de arte, o el ejercicio de mi poder, o la plenitud de mi amor, pero como no es ése mi caso, las cosas insignificantes pero agradables, pasan a ser estímulos de primer grado {…}.

Me gusta estar rodeado de cosas lindas. ¿Es tan grave el delito?. Nunca querría dinero para tenerlo apretado en el Banco, o para convertirme en latifundista, o para especular con valores. No me importa el dinero como tal, pero me importan algunos de los objetos que pueden adquirirse con él. No me importa el dinero en sí, pero me importa como intermediario obligatorio para la adquisición de la belleza material, de esos síntomas de mi gusto que adornan los mejores momentos del descanso. Cuando se habla de injusticia social, se piensa, primero, como es lógico, en la erradicación del hambre, en las viviendas honorables y limpias, en eliminar el analfabetismo. Pero, después de esos tres objetivos urgentes, habría que agregar el derecho del ser humano a crearse un alrededor de acuerdo con el gusto propio. No se trata de algo urgente como el pan y el techo, claro, pero tampoco se trata de algo infinitamente postergable”.


“Gracias por el fuego”
Benedetti

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