
"La llamada depresión post-vacacional es un concepto amplio que describe una incapacidad de adaptación al trabajo tras la finalización de las vacaciones, que conlleva una serie de síntomas en forma de desequilibrios físico-psíquicos, que suelen remitir a los pocos días de la vuelta a la normalidad”.
Muchos psicólogos alegan que existe la depresión vacacional, otros tantos no apoyan la existencia de la misma, las justifican con la degradación de su mención relegándola a la categoría de síndrome.
Algunos de los síntomas que caracterizan este síndrome aparecen después de disfrutar de un período de desconexión, de descanso, admitamos que esto planteado después de unas brevísimas vacaciones condicionadas por la nueva subida del Euribor suena trágicamente cómico.
Los síntomas pueden situarse próximos a la depresión, irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, nauseas, extrasístoles (palpitaciones), taquicardias, sensación de ahogo y problemas de estómago, entre otros.. Lo que viene a ser, el hacerse nuevamente a la rutina y percatarse de por qué hemos podido disfrutar durante ese breve tiempo de la vida de forma prácticamente concentrada: porque carecemos de ella el resto del año. Claro que todo esto será para el que no se haya dado cuenta antes y necesite la vuelta de unas vacaciones para pensar en ello.
Muchos psicólogos alegan que existe la depresión vacacional, otros tantos no apoyan la existencia de la misma, las justifican con la degradación de su mención relegándola a la categoría de síndrome.
Algunos de los síntomas que caracterizan este síndrome aparecen después de disfrutar de un período de desconexión, de descanso, admitamos que esto planteado después de unas brevísimas vacaciones condicionadas por la nueva subida del Euribor suena trágicamente cómico.
Los síntomas pueden situarse próximos a la depresión, irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, nauseas, extrasístoles (palpitaciones), taquicardias, sensación de ahogo y problemas de estómago, entre otros.. Lo que viene a ser, el hacerse nuevamente a la rutina y percatarse de por qué hemos podido disfrutar durante ese breve tiempo de la vida de forma prácticamente concentrada: porque carecemos de ella el resto del año. Claro que todo esto será para el que no se haya dado cuenta antes y necesite la vuelta de unas vacaciones para pensar en ello.
¿Depresión post vacacional? Ja!. No tengo tiempo. No necesito de un período de descanso para tratar de poner orden en mi vida, en realidad lo hago a todas horas, es un defecto intrínsecamente relacionado a mi persona con la misma intensidad en que lo está el mismo caos.
Tengo síntomas sospechosos. No sé de qué, pero sospechosos. Bien podrían estar considerados dentro de los correspondientes a la descripción reservada para la “depresión del lunes” ( ¿es ya miércoles?), la de “después de un puente” (¿cuándo es el próximo?) o la “después de unas ínfimas vacaciones” (incluso nimias), la correspondiente a “período de exámenes” (una lágrima cayó sobre mi teclado al escribir esta línea) y/o en su defecto “la condicionada por el entorno laboral” (mejor a esta parte la dejo estar) ó … o todas juntas!.
Supongo que en muchos casos se trata de “algo” de todo esto, he de insistir que en mi caso podría ser un compendio de ese gran todo. . pero resulta que no lo es.
Mis pequeñas alteraciones se producen por conocimiento de ese constante caos reinante, por explicarlo más apropiadamente diría que porque a pesar de esta cognición, existe en mí una parte que no consiente en dejarlo estar a su libre albedrío ofuscándose tontamente en tratar de canalizarlo hasta un orden esencialmente imposible.
Resumiendo, me encuentro estupendamente alterada, como siempre. Pero en esta ocasión hay que sumarle el que tengo la envidiable suerte de saber el momento exacto del fin de toda inefable actividad conocida para embarcarme en un indefectiblemente caótico nuevo mundo (me río yo de Colón). Y eso que los síntomas no han hecho más que empezar...