Silba en el viento dentro de mí. Estoy desnuda. Dueña de nada, dueña de nadie, ni siquiera dueña de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara.
(Galeano)
Pobrecito mi viejecito, que perdió la memoria de 30 años atrás. No recuerda cuando todavía con a sus 60 jugueteaba a ser dios con sus soldaditos de corazón de latón, que de puro óxido habían dejado de utilizar.